Tomado de Facebook.
Vania me sorprendió este texto que copio. . Había tanto pasado, tantas emociones, tantos recuerdos en tan pocas palabras que de cierta manera me resultó desafiante.
Hemos sido, mi generación, protagonistas y testigos de tantas pequeñas historias que por pudor, dolor indecisión o miles de otras razones han ido quedando sepultadas bajo la hojarasca del debate pragmático, deshumanizado, ramplón de la lucha por el poder y la defensa de intereses mezquinos. Siempre decimos que debiéramos escribirlas al menos para que queden en el recuerdo de nuestros nietos. Particularmente ahora que hemos pasado a ser parte del grupo de riesgo. Trataré de hacer mi parte e incitar a los que las compartimos a hacer algo similar.
A los 18 años le pedí a Rebeca Paiva que en vez de comprarme algo para mi cumpleaños me pagará un curso de fotografía análoga, supongo que le comentó mi deseo a su pareja Jorge Villegas quien me sorprendió regalándome una de sus cámaras.
Era una PRAKTICA MTL5 que había elegido muchos atrás porque tenía la mejor definición a corta distancia y al mismo tiempo era silenciosa "perfecta para los tiempos de clandestinidad -me dijo- donde sabíamos que cada foto era un futuro documento y en cada acto arriesgamos nuestra vida".
Hoy despierto y abro el texto de Miguel Ángel Gutiérrez sobre "Haydeé y el pez volador" un escrito donde la emoción desplaza a la interpretación, no me doy más vuelta y veo el filme.
Me extraña al comienzo el uso de las fotografías, entremedio de escenas en juzgados que aplazan la causa, cada vez que presenta a alguien esas imágenes están congeladas, en color, con una luz muy bella y cotidiana, con textura, están en el fondo llenas de vida y tomadas con mucho cariño. No es el archivo, en esta ocasión la que se nos muestra quieta, inmóvil, es el presente, es la vida, no son las pruebas, son los afectos.
Jorge, aparece en el documental, con sus fotografías y sus cámaras. Es un personaje secundario, el doctor que reconstruye una cicatriz tremenda algunos años atrás, pero que antes de hacerlo sin hacer preguntas decidió tomarle una fotografía, dejar testimonio del horror y de la calamidad del crimen que los marinos decidieron dejar marcado en ese cuerpo (y que años después sirvió como prueba en el juicio) y trabajar para que ese cuerpo se recompusiera en parte de lo que las cicatrices ocultaban.
Me extendí de más, pero esto es para recomendarles que vean "Haydeé y el pez volador" en http://miradoc.cl/
Creo que es como esa cámara que recibí a mis 18, con la que se me abrió un mundo (o una manera de relacionarme con él). Un regalo inmenso generoso, hecho con mucho cariño y que te conecta con una historia ajena, de otros tiempos, con la mejor intención de que te ayude -como sea a tu medida- para abrirte futuros, para saber relacionarte con tus propios pasados.
Tengo la suerte que varios de mis héroes personales han sido héroes de otros, pero hoy cuando reina la incertidumbre, la tristeza y el distanciamiento social, mientras nuestro presidente abre ataúdes y nosotros nos contentamos con la transmisión vía zoom, después de hoy siento un poco como heroínas a su protagonista Haydeé, su fortaleza avasalladora y su sonrisa inmensa, a su directora Pachi Busto y la autora de las fotografías Michelle Bossy por el cariño con que han reconstruido, dado seguimiento y retratado esta historia que hoy nos comparten, y también en parte, en la oscura, por devolverme la rabia ante tanta impunidad y recordarnos que probablemente nos cansarán pero no podemos parar de luchar.