lunes, 15 de noviembre de 2010

LLAMADAS

Falleció el Dr. Pedro Castillo. Este artículo fue escrito a solicitud de "Vida Medica" y pone en palabras mas ordenadas aquellas mismas ideas que de manera improvisada dijera en el cementerio y que sintetizan mi sentimiento ante su partida.

Santiago, Lunes 15 de Noviembre de 2010

Querido Pedro

Otra vez una llamada. Ahora un mensaje de mi secretaria escrito sobre mi mesa. Alguien a quien no conozco, o tal vez que no recuerdo que conozco, me pide que escriba sobre ti. Para la “Vida Médica” dice. Aquella revista que hace casi treinta años fue uno de los escasos medios que acogió nuestros escritos y que ahora me resulta casi ajena. Alguna vez, cuando quise usar sus páginas, me fue cerrada.

En su momento habría saltado sobre el teclado o al menos cogido con rapidez el BIC. Ahora me demoré. Un instante de reflexión, luego pensé… mis becados no te conocen…tampoco leen “Vida Médica” pero, los que tenemos nuestra historia nunca despreciamos una tribuna, no hay por que hacerlo ahora. Los que crecimos construyendo redes conocemos el valor del testimonio. Ellos, los becados, deberían llegar a saber por que constituyes un referente. Hagamos como siempre hacemos, contemos la historia.

1968 marcó un florecer de ideas en nuestra parte del mundo. Para quienes transitábamos en aquel particular camino de herederos de barberos, aprendices de hechiceros, sacerdotes del curar el florecer nos remeció como una explosión. Muchas de nuestras certezas se convirtieron en interrogantes. Ahora no sólo queríamos comprender la biología del humano, queríamos entenderlo viviendo sumido en los procesos sociales: entender la organización social, la economía, la dinámica de las transformaciones. Queríamos dejar de ser solo espectadores pasivos, pasar a agentes activos, protagonistas de los cambios. Sujetos de nuestra historia.

Transitamos, casi sin percibir el tránsito, de disciplinados estudiantes a dirigentes; primero gremiales, después políticos. Mas tarde reparamos en que ambas categorías nunca están separadas. Eran los años en los que irrumpíamos con la soberbia de la juventud y la inexperiencia. Así y todo necesitábamos referentes. Hitos vivos que marcaran la trayectoria, a quienes pudiéramos buscar con la mirada y al encontrarlos saber que estábamos en el buen camino. Hacer realidad aquello de poner los beneficios del progreso al alcance de la mayoría.

La Universidad y con ella la Facultad de Medicina trataba de superar su etapa feudal y avanzar, con algunos tropezones, por el camino de la democracia. El viejo Hospital Aguirre trataba de recorrer ese camino, pasar de cátedras compartimentadas a Departamentos. Así como un día los estudiantes, transformados por obra y gracia del nuevo estatuto en protagonistas y electores, apoyamos a Alfredo Jadrecic para Decano, ahora apoyamos a Pedro Castillo para Director del Departamento de Cirugía. Así nos conocimos sin saber mucho uno del otro.

Lo que parecerá curioso es que, si bien años después un pequeño espacio de la cirugía se convirtió en el núcleo central de de mi hacer profesional, nunca la Cirugía estuvo entre nuestros temas. Nunca nos vimos operar, no compartimos una reunión clínica, excepcionalmente podemos haber conversado sobre un paciente. Es probable que también tuviéramos allí algunas afinidades pero fueron otras nuestras identidades.

La vida adquirió un ritmo veloz y profundo. Nos transformamos a la par que transformábamos. Nuestros caminos se abrieron, llegué a médico. Recorríamos las complejas e inciertas y discutidas rutas de la transformación social cuando nuestras vidas fueron brutalmente interrumpidas. Muchas literalmente, las otras, sesgadas en su proyecto vital. Obligados por la fuerza a reiventarse, a superar la pérdida sin dejar de soñar con lo perdido. A llegar a ser “Maestro de la Cirugía” casi sin discípulos. Aunque, en ocasiones, basta sólo uno para hacerse merecedor del título. Me enteré tiempo después, no se si antes o después de salir del país, tal vez al volver, que nuestro Pedro había sido expulsado de su querido Hospital, arrancado de sus alumnos y sus pacientes. No se si ese crimen encontró ya su castigo.

Pasaron años de sobrevida, de construcción tenaz y silenciosa de redes, de rescate primero de solidaridad después, mas tarde de movilización social. A la par nos reinventamos y reinventamos organizaciones, entre ellas el Colegio Médico.

Caminando esos caminos nos volvimos a encontrar. Ya lo dije, los hitos nos muestran si estamos en el buen camino. Allí estábamos: Colegio Médico, defensa de los Derechos Humanos, protección de la Vida, la Salud, la Dignidad de las personas. Ahora éramos compañeros y aparecieron las llamadas.

Llamó un día de Mayo, comienzos de los ochenta Matilde, esposa de Patricio Arroyo “están aquí, se lo están llevando” y se lo llevaron junto a Manuel Almeyda y tú Pedro. Organizamos caravanas de visitas a la cárcel de Valparaíso, con tristeza pero sin perder la alegría de estar juntos batallando por convicciones, compartiendo la vida, hasta ostras compartimos. Creo que recién entonces supe de la esposa, la Dra. Taucher

Un espacio significativo de nuestro mundo pasó a ser el Colegio Médico, el viejo y respetado Colegio, el Colegio de Juan Luis González, Víctor Maturana, Rubén Acuña, Kleber Monlezun, Raúl Donkaster, Emilio Villarroel, Gabriela Venturini, Miguel de la Fuente, de nuestra querida Haydee López de otros muchos que ya no están y de todos los que guardan el recuerdo.

Fueron años de profundos compromisos personales e institucionales. El Colegio fue reconocido nacional e internacionalmente. Premiado por la Asociación Medica Mundial por ser la primera Organización médica que enfrentó, investigó, y juzgó la participación médica en la tortura con la dictadura vigente honrando el sentido de la profesión a escala universal. Y se pagaron los costos.

Pedro pagó uno de ellos. Comenzaron las relegaciones. Con todo una forma menos horrorosa de sanción.

Bromeábamos, he contado, con la posibilidad de ser relegado. En mi caso a Melinka. Mi padre fue farero de Melinka. Allí a los 5 años fui a la escuela, doña Nena Risco fue mi profesora, don René Acardi el Director. Allí conocí los primeros relegados, los de González Videla en los cincuenta. Gente buena y sencilla, los recordaba con simpatía. Sería una ironía simpática que las vueltas de la vida me llevaran allá de vuelta.

Pero no. Lo relegaron a él. Una mañana muy temprano, otra llamada. Llamó la Dra. Taucher. Se lo están llevando… Otra vez. Primero la incertidumbre. Hoy es fácil decir, lo relegaron. Suena anecdótico. Entonces no sabíamos que sucedería y siempre podía ser lo peor. Lo fue para José Manuel Parada, Manuel Guerrero y Santiago Nattino.

Lo relegaron a Melinka pasó por Puerto Montt. Allí Cacho Santos le dio su gamulán. No te dejaban tiempo para llevar ropa de abrigo. Pero siempre hubo un compañero dispuesto a desprenderse de lo suyo.

Entonces pude escribir a Don René Acardi el viejo maestro de mi escuela de Melinka que apoyara a este otro de mis Maestros y le brindó una ducha caliente.

Decidí ir a verlo. El Consejo del Colegio de Chile decidió que fuera pero además que llevara a la Dra. Taucher. Entonces recién me hice a la idea de llamarla Erika. Había dejado de ser mi profesora de Bioestadística en primero para ser la esposa del compañero. Para mi era volver a mi tierra, a sus lluvias, sus vientos, sus caminos de ripio, sus barros, sus gentes sencillas y recias. Admiré su tranquilidad, su capacidad de empatizar, de ajustarse a las nuevas circunstancias y manejarse en ellas. Su disciplina, su constancia, su fe. Llegamos a Quellón, los vientos y las lluvias no nos dejaron continuar. Mi tiempo se agotó, debía volver. Ella se quedó y logró llegar. La admiré por eso.

Desde acá. Digo desde el Colegio y desde todas partes batallamos por su retorno y tuvieron que permitir que volviera. Volvió convertido en una figura de identidad.

No recuerdo si antes o después de eso. Para un cumpleaños fue cuando le dije que esperaba que cuando tuviera su edad querría parecerme a él. Generaba identidad.

Hicimos la tarea. Abrimos camino para que la historia volviera a su cauce. Para que, con todas sus limitaciones, viviéramos de nuevo la democracia. No siempre nos gusta el resultado. Pero ya lo sabíamos, no es lo mismo luchar para conquistar la democracia que luego administrar el poder. Némesis no perdona. Imagino que es por eso que preferimos mantenernos alejados de él.

Hace unos días una nueva llamada y muchas llamadas. Esta vez no se lo han llevado. Ha partido. Pero como solemos decir, porque así lo sentimos, está en nosotros.

En nuestro camino se construyen confianzas, se generan amistades, mejor, se producen identidades tan profundas y permanentes que traspasan los límites del tiempo. Esas nos permiten, aún sin vernos por años, al caminar, mirar al lado y comprobar que están allí como referentes. Así sabemos que estamos todavía en el buen camino.

Querido Pedro Seguiremos por ahora esta huella tratando de parecernos a ti y no tengo dudas que, siguiéndola, algún día volveremos a encontrarnos.

Noviembre de 2010