lunes, 30 de julio de 2007

El Perfil de los Quemados

Cada vez que una puerta se cierra otra se abre. Esa afirmación genérica es particularmente certera en el ámbito de la medicina. Si bien el pro- greso científico nos entrega cada día nuevas respuestas su aplicación práctica construye, a su vez, nuevas realidades que de inmediato plan-tean interrogantes que muy poco tiempo atrás no estaban entre nues- tras preocupaciones.

Hace casi un año, convocado a colaborar en el mejoramiento de la ca-lidad de la atención, me uní al equipo de trabajo del Servicio de Quema-dos de la Asistencia Pública. Sin dejar, por cierto, de lado el resto de mis actividades, lo que permite un análisis comparativo cotidiano. A poco andar quedó de manifiesto que lo que parecía una tarea restringida a mejorar el tratamiento quirúrgico de los pacientes debía ser en realidad un esfuerzo global de puesta al día que implicaba, no sólo revisión de procedimientos, sino de infraestructura, planta física, equipamiento, in-sumos, recursos humanos, estilos de trabajo. En fin, una verdadera Reingeniería. Nos abocamos a eso.

Comenzamos a caminar en esa dirección y a pesar de las casi naturales limi- taciones del mundo público, no tengo dudas de que en un plazo mediano, lo-graremos tener un servicio renovado que dé respuesta, en las condiciones que corresponde a nuestros días, a las necesidades de nuestros pacientes. Porque de lo que se trata es de poner los beneficios del progreso al alcance de la mayoría de nuestros pacientes.

Sin embargo, involucrados profundamente en el tema, aparece que mejorar la calidad de la atención es sólo una parte del problema. La última parte del problema. Tal vez la más trascendente mirada desde el punto de vista del caso individual, pero la menos mirado desde el punto de vista de nuestro vivir en comunidad.

Paralelamente dirijo una Unidad Pediátrica. En el pasado dirigí otra dedicada a accidentes laborales. El perfil de esos pacientes me resulta bien conocido.

En el mundo pediátrico los niños se queman, predominantemente, por líquidos calientes como resultado de un accidente del hogar. El progreso ha producido cambios en la fuente de calor. De la clásica "tetera" hemos transitado hacia el hervidor eléctrico lo que amplía el escenario del accidente, lo lleva mas allá de la cocina y aporta cantidades de líquidos mayores lo que incide en que reciba-mos de pronto pacientes muy comprometidos. Pero esos niños tienen padres que los quieren, conmocionados y muy preocupados de ellos. Lo contrario es francamente excepcional. Están bien nutridos. Excepcionalmente arrastran al-guna patología. El desafío se reduce a es asegurarles una recuperación con un mínimo de secuelas inmediatas y un seguimiento prolongado que los acompañe en el crecimiento para anticipar y prevenir las tardías. Este es un mundo en donde ya existe conciencia social del problema y condiciones efectivas para enfrentarlo. Hay una red familiar y social que los acoge.

En el mundo laboral se trata de trabajadores de empresas de un nivel que les permite cotizar en el sistema de mutualidades en donde el desarrollo de la prevención ha conseguido reducir los accidentes del trabajo al mínimo inevitable. Son personas habitualmente sanas que están laborando. En escasas o-portunidades con enfermedades o incapacidades que agraven su condición. Están Protegidos por una red social y legal de apoyo. Pueden tratarse a un medio que dispone de todos los recursos necesarios para obtener los mejores resultados.

El Perfil de los pacientes del Servicio de Quemados de la Asistencia pública es poco conocido. Aquí también suele tratarse de un accidente del hogar pero no son los líquidos calientes sino el fuego el principal protagonista. ¿Cómo es que un adulto no logra defenderse del fuego? O se trata de un incendio de tales proporciones que lo consigue atrapar o hay alguna razón que le quita la capacidad de reaccionar.

Se supone que en el transitar por la vida vamos desarrollando un conjunto de capacidades adaptativas. Comenzando por anticipar y evaluar una situación de riesgo, siguiendo por protegerse, atenuar los efectos del daño, conseguir ayuda, colaborar en el proceso de reparación, rehabilitarse, reinsertarse y final-mente reconstruir la continuidad biográfica. Sin embargo para lograr eso es necesario estar conciente, lúcido y ser capaz de elaborar un juicio crítico.

Desdichadamente esto último es lo que ocurre con mayor frecuencia. En el origen del accidente en adulto hay algún grado de compromiso de la conciencia que inhabilita o compromete todas estas capacidades adaptativas. En ocasiones se trata de patologías. Clásicamente se habla de la epilepsia, pero son los menos. En otras de tratamientos con psicofármacos pero tampoco son muchos. Mas son aquellos en que el alcohol o las drogas juegan un rol determi-nante. Muchos otros sufren de un mal que nos afectará a todos, la ancianidad. Una proporción muy importante de nuestros pacientes son ancianos. Lo más triste: ancianos sumidos en la soledad. No sé si abandonados, pero claramen-te menos protegidos que lo que se debiera. Si no fuera así, el problema no se daría. La carencia de red social de apoyo, aquí, en este grupo, golpea con mayor violencia.

Pero hay otro tipo de paciente mas estremecedor, el quemado a lo bonzo. En este año, puedo no ser preciso, se han presentado al menos uno por mes. Pero, ¿qué importa? uno por semana, uno por mes, uno por año. El drama es el mismo. No sólo para el paciente y para quienes tratamos de salvar su vida. Para todos. La pregunta que nos compromete es ¿en que mundo vivimos que uno de nosotros decide eliminarse y hacerlo de la manera mas atroz?

No tengo una respuesta pero me siento en la obligación de buscarla. No basta que perfeccionemos nuestra capacidad de tratar quemados y sus secuelas Esa puede ser nuestra obligación como cirujanos plásticos pero mas allá de eso, como ciudadanos, debemos contribuir a crear condiciones para evitar que niños, trabajadores, ancianos lleguen a accidentarse y para acogerlos y sostenerlos cuando el accidente se produce y rehabilitarlos cuando se han curado, pero antes que eso, con mayor urgencia, conseguir evitar que la soledad y la desesperanza empuje a los mas abandonados a la autoeliminación. Ese sí es un verdadero desafío.

(Artículo originalmente aparecido en http://nuestraguiadesalud.cl)